Marcha, activismo y protesta en plena pandemia
Para nadie es un secreto que, durante la pandemia ocasionada por la COVID-19 los distintos Estados alrededor del mundo han tomado medidas necesarias y proporcionales que restringen varios derechos, dentro de los que se encuentra la protesta pacífica[1].
Es por esto que, varias marchas y manifestaciones que se viven por lo general en el mes del Orgullo en Latinoamérica han sido suspendidas o simplemente se han realizado de manera virtual, manteniendo en firme la convicción de reivindicar los derechos y protestar por la naturalización de los actos discriminatorios y el olvido estatal.[2]
Sin embargo, esos objetivos primigenios de protesta y activismo con los que nacieron las marchas monumentales y llenas de color en el mes del orgullo, han generado que ni si quiera las medidas restrictivas de confinamiento puedan acallar la voz de una comunidad que se ha visto perpleja por la discriminación institucional existente en algunos Estados; que en tiempos de pandemias y crisis sanitarias puede significar una sentencia de muerte.
Siendo así, en varios países, como es el caso de Colombia, múltiples identidades sexuales decidieron salir a la calle y alzar su voz en contra de los actos discriminatorios de los agentes del Estado dirigidos a varios miembros de la comunidad, en especial mujeres trans, que por el simple hecho de no encajar en los moldes socialmente aceptados son excluidas estructuralmente de múltiples espacios y goce de derechos. Muestra de ello, son las cifras arrojadas por la Línea base PPLGBT en donde las mujeres trans se encuentran excluidas en un 80% del sistema educativo[3] y un 30% ha informado que no han sido atendidas en el sistema de salud.[4]
No siendo poco, la discriminación estructural se materializa en los 1.416 homicidios de mujeres trans registrados del 2016 al 2018 en América Latina; a lo que se suma la falta de atención medica que las lleva a la muerte, como ocurrió con Alejandra Monocuco en donde la estigmatización social cobro su vida.
Pues bien…
Esas fueron las gotas que derramaron el vaso de la indignación e hicieron marchar a una comunidad, liderada por la Red Comunitaria Trans, el 3 de julio del 2020 en Bogotá[5]. Sin importar que estuvieran en plena cuarentena por un virus mortal, la comunidad se citó en el Parque Nacional y a las 5:00pm más de 1,000 personas iniciaron la travesía de dos kilómetros hacia el Parque de los Hippies, en donde se pidieron garantías reales para el ejerció de sus derechos, enviando un mensaje en contra de la estigmatización y la discriminación estructural que aqueja en pleno siglo XXI a las mujeres trans.
Cabe resaltar que, hasta los tapabocas, ese implemento omnipotente de bioseguridad que en la actualidad no puede faltar, gritaba a “gritos” su enojo por la exclusión social mediante modelos que retrataban el malestar de la comunidad LGTBIQ+.
Es así, como la indiferencia social y la falta de derechos fue más fuerte que el miedo al contagio de la COVID 19; mostrando a la protesta como ese mecanismo disruptivo que se entremezclaba en años anteriores con colores, fiestas, estrategias de mercado y arte, y que en esta ocasión hace visible la inconformidad con la carencia de derechos y el actuar discriminatorio del Estado; instaurando un precedente social en plena cuarentena : la necesidad de luchar para reivindicar derechos mínimos que en un Estado Social de Derecho son la puerta para alcanzar una vida dignidad.
Puede que esta marcha no fuera multitudinaria, ni contara con el respaldo del mercado y la euforia alocada de una fiesta; pero sin lugar a dudas fue un acto lleno de valentía y coraje por esas personas que no pudieron alzar su voz. Una marcha histórica que más que nunca reforzo el ideal de activismo y protesta de la comunidad LGTBIQ+.
Imagen de portada: Semana
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